Cuento (alternativo) de navidad 2024

Cuento (alternativo) de navidad 2024

Advertencia: pasa el tiempo, el mundo cambia y crece la inestabilidad. Las posiciones están cada vez más polarizadas y se reduce el espacio para el entendimiento. Sí, estoy hablando de nuestros vínculos. Y también de cómo vivimos la navidad, a caballo entre la obligación y el disfrute, entre el mandato y la elección. Te invito a adentrarte un año más en Falsía y en la Tierra de Lux, a acompañar a Marina en su crecimiento y sus descubrimientos y a habitar un territorio en el que distintas vivencias sobre esta festividad son posibles y deseables.   

¡NOTICIA DE ÚLTIMA HORA! ¡Nuevo bulo propagado por las redes sociales se hace viral! En él se advertía de que el gobierno se incautaría de miles de cestas de navidad que incluían bebidas alcohólicas debido a la inminente entrada en vigor de una nueva ley seca en Falsía, a imagen y semejanza del Chicago de los años 20…

¡BOLETÍN INFORMATIVO! ¡Una inteligencia artificial sin control genera miles de billetes de lotería falsos! Miles de personas se han agolpado a las puertas de las administraciones reclamando la verificación de sus décimos, lo que ha provocado graves altercados, el cierre indefinido de dichas instalaciones y una situación estrambótica que se suma al caos ya reinante…

¡URGENTE! ¡Un ciberataque hace caer los servidores de las principales plataformas de venta online! A escasos días de las fechas más entrañables del año peligran millones de regalos en todo el mundo…

Las sintonías de cabecera de los noticieros se alternaban sin cesar. Por primera vez en mucho tiempo todas las emisoras coincidían en un punto: la oleada de bulos y noticias falsas así como la falta de ética en el desarrollo tecnológico se hacían ya insostenibles.

La mamá y el papá de Marina asistían atónitos al espectáculo mientras cenaban en la cocina.

– Es increíble, no sabe uno ya qué creerse y qué no. A este paso no vamos a poder distinguir las verdades de las mentiras.

– Lo siguiente es que anuncien que las campanadas de este año las van a presentar un robot con capa y una replicante.

Desde la tranquilidad de su habitación una Marina ya adolescente se debatía entre una intensa rabia y unas fuertes ganas de llorar. “No sé de qué se sorprenden mamá y papá. Ellos llevan años mintiéndome como si yo no les importara”.

De nuevo necesitaba respuestas a sus dudas. Los meses anteriores había recibido mucha información sobre la navidad que no entendía. O más bien, que se negaba a creer. 

Hace un tiempo entendió el papel de aquellos tres seres (MAN–DA–TO) en estos días festivos; la navidad pasada comprendió la diferencia entre lo que se decía y lo que era en realidad el espíritu de la navidad. Pero para ella era inaceptable lo que había oído este año en clase sobre los regalos y el origen de esas míticas figuras que cada año se colaban en nuestras casas por la chimenea.

Al fondo de su librería, cada vez más al fondo, asomaba tímidamente su libro de viajes favorito. No era casual; ella misma lo puso lejos de su vista el día que en el patio de colegio sus amigas se mofaron de ella por creer en “la magia de la navidad”. Esa frase aún resonaba en sus oídos. “Espabila ya Marina, que no eres una niña de infantil”. “¿Se puede saber quién te ha engañado con esas fantasías?”, le decían entre carcajadas.

Marina posó su mirada en el libro; la apartó de inmediato. “Qué tontería”, pensó. Ella tenía la respuesta a esa pregunta sin necesidad de consultarlo: se sentía engañada (una vez más) por mamá y papá. Y no quería más sorpresas, no este año. Descartó abrir el libro por miedo a descubrir que su entrañable hada de fuego tampoco fuera quien decía ser. Apagó la luz y entre sollozos contenidos y el dolor por la pérdida de la inocencia se quedó dormida. 

Ajenos al sufrimiento de Marina, su padre y su madre apagaron la radio después de cenar y continuaron en el salón con los preparativos del próximo viaje familiar. Recordaron que Marina llevaba tiempo hablándoles de un lugar mágico que aparecía en su libro favorito de viajes y al que le gustaría viajar con ellos. 

Aprovechando que se había quedado dormida, entraron con sigilo en su habitación y rescataron el libro, sin reparar en que al cogerlo una minúscula luz con forma de esfera cayó del mismo. Era el hada de fuego, que había menguado en tamaño en los últimos tiempos y que aguardó en el suelo paciente a que Marina volviera a reparar en ella.

Tardó en hacerlo; cuando el ánimo está afectado nos cuesta más dormirnos y a veces también despertarnos. Por eso el hada tuvo que esperar hasta bien entrada la mañana siguiente a que Marina abriera los ojos. Seguía triste, no sabía si hablar con mamá y papá de lo que le habían dicho sus amigas; total, si le habían mentido durante años con la dichosa navidad, podrían volver a hacerlo. 

Y como pasan las cosas que pasan cuando nada esperamos que pase, en una décima de segundo coincidieron en el espacio-tiempo un deseo (“ojalá fuera real esa magia de la que tanto hablan”) y una imagen (la diminuta esfera de luz posada a los pies de su cama).   

Al reconocer al hada de fuego Marina volvió a rechazar la idea. “No hablaré con ella; no esta vez”. Pero también se asustó al verla tan pequeña. La recordaba grande, risueña y luminosa. Ahora apenas brillaba. Decidió acercarse y posarla en la palma de su mano. 

– ¡Marina!, ¡No sabes cuánto me alegro de verte otra vez! – exclamó el hada con un hilo de voz.

– Pero ¿qué te ha pasado? Te recordaba mucho más grande – respondió Marina entre sorprendida y triste.

– Yo a ti te recordaba más pequeña. ¡Has crecido tanto! Y presiento que dentro de ti también está creciendo una pena inmensa…

– Es verdad. Estoy harta de tanta mentira, de tanto espíritu y de tanta navidad. Se acercan las fiestas y no tengo ganas de celebrar nada, ni la magia ni los bulos, ni los regalos… Como dice papá, ya no se puede saber lo que es verdad y lo que es mentira. 

El hada pudo sentir la confusión de Marina. Y también su frustración. El mundo adulto puede ser a veces contradictorio y difícil de comprender. 

– ¿Tan complicado es decir la verdad? -continuó reclamando la niña.

– Marina, como dice la canción, la misma verdad tiene mil caras, depende de quién se atreva a contarla. Y a veces la frontera entre la verdad, la magia y la fantasía es muy difícil de ver.

– Yo quiero que papá y mamá me dejen de mentir como si fuera una niña pequeña. No quiero ya más magia, más mentira y más fantasía. 

– Si renuncias a la magia y a la fantasía, estarás renunciando a muchas más cosas de las que crees. Por ejemplo, a mí. 

– A ti, ¿por qué? Tú eres real, eres de verdad… ¿O tampoco tú eres verdad?

– Yo soy magia Marina, pero no la de los anuncios de juguetes o los libros de autoayuda barata. La magia nos ayuda a que las cosas sean diferentes a como tendrían que ser. Tú quieres creer en la navidad como un tiempo de alegría, de compartir, de estar con las personas a las que quieres. Y hacerlo a tu manera, creando tu propio espíritu, no el que dictan MAN-DA-TO.

– Sí, pero eso ya no funciona. Lo he intentado, me he creído lo que me han dicho papá y mamá, he viajado contigo a la Tierra de Lux… Y al final todo eso ha valido para que mis amigas se rían de mí.

– Hace no mucho tiempo esas mismas amigas también creían en los regalos, en esos seres de fantasía que las hacían tan felices, en el espíritu navideño… Y de repente un día se ríen de todo eso, como si nunca hubiera existido. ¿Crees que ellas son más felices que tú?

– Creo que ellas no están hechas un lío como yo.

– Dice un antiguo proverbio griego que el que nada duda, nada sabe. Tú estás dudando, vas aceptando algunas cosas, te rebelas contra otras… Vas en buena dirección. Pero ten cuidado con tu rabia porque te puede llevar a destruir cosas que quieres.

No hizo falta hablar. Marina, toda transparencia, dejó bien claro que algo en su inquieta cabeza estaba a punto de hacer click. 

– ¿Por qué crees que me he vuelto tan pequeña? Empecé a menguar cuando dejaste de creer en la magia. Gracias a tus dudas sigo viva, pero cada vez más chica y débil. 

Marina rompió a llorar. No podía soportar la idea de perder al hada de fuego, y menos aún que fuera culpa suya. Se sentía responsable por haber dado demasiada importancia a las burlas de sus amigas, que en el fondo eran mucho más niñas que ella.

– Llora y suelta esa pena Marina, te hará bien. Tú no tienes la culpa; ni de que el mundo adulto sea tan complicado ni de que niños y niñas sean a veces muy crueles sin querer. Sí eres responsable de decidir en lo que crees, esa es tu misión ahora. Es una misión difícil, quizás salir de la habitación y ver otras realidades te ayude.

Aunque se sentía muy vulnerable, sabía a qué se refería el hada de fuego. Los anteriores viajes a la Tierra de Lux habían sido muy reconfortantes y le habían permitido conocer a otras personas que, como ella ahora, habían estado muy confusas en esta época del año.

Pero esta vez no fue la curiosidad lo que hizo a Marina sumergirse en el libro de viajes, sino una confianza impostada, casi fe, en su fiel guía. El hada notó su pesimismo.

– Te quiero dar las gracias Marina.

– ¿Por qué?

– Por mantenerme viva y confiar en mí. Sé que este viaje es distinto a los dos anteriores. Cuando acabe y estemos de vuelta estarás más cerca de entender que la magia existe no porque la puedas tocar, sino porque la llevas dentro. Y aunque tú me veas fuera de ti, en realidad habito en tu interior. 

– Pero yo te veo -insistió Marina. 

– No, tú me sientes y has decidido aceptar que eso está bien para ti. Tienes todo el derecho del mundo a que así sea y ni tus amigas ni los mayores tienen por qué llevarte la contraria.  

Mientras el hada de fuego hablaba, aparecieron ante ellas las primeras imágenes de la Tierra de Lux. Y en sus cuerpos se instaló la ya familiar sensación de lugar seguro. 

Pronto reconoció a Berta y Rubén, que este año sí han disfrutado de la fiesta de navidad en el colegio. A Asmara, que ha decidido que esta vez hay otras prioridades antes que las cenas y comidas en familia. A Pablo, que volverá a disfrazarse de Peter Pan y disfrutar con sus pequeños primos, aunque por vídeollamada porque vive desde hace tiempo en otro país. A Eirina, cada vez más convencida de cuidar su tiempo libre. A Beatriz, que por primera vez en su vida se siente tranquila y en paz en estas fechas. Y a Sol, que este año va a cambiar la voz del Pato Donald por la de la Señorita Rottenmeier cada vez que oiga a su familia extensa cuestionar su trabajo o su orientación sexual.  

Marina, un año más, asistía asombrada a cada escena; las historias que el hada le había contado en el pasado evolucionaban de formas diferentes.  

– Te conozco bien -dijo el hada. Sé que te preguntas cómo han hecho hueco a la alegría entre tanto mandato y, en algunos de los casos, tanto dolor. Conozco bien sus historias y también su “secreto”: han puesto luz en sus sombras. Marina comprendió. 

Cuando el hada decía “sombra” se refería a los duelos, la incomprensión, las elecciones difíciles o la soledad que algunos de esos seres habían padecido en sus vidas, y que se hacían aún más difíciles de llevar en esta época por el efecto de MAN-DA-TO.

Y cuando decía “luz” se refería a lo que un rato antes, en su habitación, le explicó acerca de la magia: ese arte que con la ayuda de símbolos y de otras figuras que nos abrieron el camino, acaba produciendo resultados diferentes a los que dictan las leyes naturales.

Desde muy pequeña ella también se había enfrentado a sus sombras: entender lo que significaban MAN-DA-TO, el miedo a perder el espíritu navideño o las contradicciones y las explicaciones a medias de su madre y su padre. Y este año para colmo, las burlas de sus amigas al descubrir que parte de sus verdades inmutables se las estaba llevando el viento. 

Y también tenía su luz. El hada de fuego, su curiosidad, el deseo de saber, su inteligencia, la Tierra de Lux y todos esos seres que la habitan que ahora eran casa para ella. Y también la certeza de que su madre y su padre, con sus dudas y sus incoherencias, la querían más que a nada. Todo eso iluminaba el camino hacia su misión: decidir en qué creer. 

El hada percibió cómo el pesimismo de Marina iba remitiendo. En su rostro cada vez menos aniñado crecían ahora paz y esperanza. También incertidumbre, la propia de alguien que empieza a entender que construir certezas es un trabajo diario.

Supieron entonces que había llegado la hora de volver a casa.

Como cada viaje a la Tierra de Lux la experiencia para ambas fue reparadora. Para Marina porque se sentía menos sola; la magia del hada de fuego le había aclarado muchas dudas. 

Y para ésta porque había recuperado la voz dulce y firme que le caracterizaba y volvió de ese territorio mágico más fuerte y presente. Sentía que la niña era cada vez menos niña y aunque eso le apenaba, le reconfortaba ver cómo crecía y entendía.    

No hicieron falta palabras en la despedida. Cuerpo y magia se fundieron en un abrazo eterno de amor y sabiduría. Las dos sabían que este encuentro había cambiado su relación para siempre. 

Marina se sentía ahora más responsable y capaz de cuidar del hada y mantenerla viva, aunque fuera a costa de mitigar su rabia y aceptar que las respuestas no siempre llegan para traernos luz, a veces vienen cargadas de sombras. No sería la última navidad en que tendría que convivir con esta lucha de gigantes. Lo presentía.

Y lo que para Marina era un presentimiento, para el hada tenía forma de certeza, por lo que no pudo reprimir una lágrima volando de regreso al libro de viajes. Ella ya sabía que su presencia no era eterna y que esta despedida, temporal hoy, algún día sería para siempre. 

Pero antes de ese adiós eterno tendrían que pasar muchas cosas que requerían de su presencia y energía, por lo que respiró hondo, cogió impulso y como si de un marcapáginas se tratase, se acomodó de nuevo en el libro señalando el inicio de la próxima aventura.

Mientras esto ocurría Marina salió de su habitación hacia el salón de la casa. Aunque papá y mamá dormitaban en el sofá después de la cena, percibieron su presencia y la observaron. Ambos tuvieron la sensación de que algo había cambiado en ella en las dos horas que habían pasado desde la última vez que la vieron.

– ¿Estás bien cariño?

“Si supierais lo que yo ahora sé, sabríais que no sólo estoy bien, sino que ya estoy preparada” -pensó Marina, que juzgó que ya había tenido demasiada intensidad por hoy.

– Estoy bien mamá. Suficientemente bien.

Fin

* Este relato está inspirado en “Cuento de Navidad” de Charles Dickens, en los testimonios de muchas de las personas con las que trabajo en terapia, en mis propias vivencias y en la esperanza de que muchas navidades diversas son posibles, tantas como realidades vitales existen.

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