En una entrada anterior hablé sobre este concepto desde un punto de vista teórico o técnico. De la mano de John Bowlby y Mary Ainsworth recorrimos brevemente su historia y desarrollamos algunas ideas básicas sobre el apego.
Entonces ya estaría, ¿no? ¿Hay algo más que debas saber sobre este tema?
Por supuesto, podríamos comentar muchas cosas sobre apego. Pero hay un enfoque que me interesa especialmente y que me gustaría plantear aquí y en las siguientes entradas: en lugar de que el blog te pueda traer a terapia, me gustaría traer la terapia al blog.
Por eso esta entrada no va de lo que sabemos del apego, sino de lo que suelen saber las personas sobre este concepto cuando vienen a terapia.
Este material es fundamental para ir creando sobre él un lenguaje común en las sesiones. Y a veces también para reestructurar ideas que pueden generar confusión y alejarnos del verdadero sentido del concepto.
Antes de entrar en ello, dos ideas clave:
1- (Me encanta) La definición de la Real Academia de la Lengua sobre Apego: “Afición o inclinación hacia alguien o algo”. Y es que ninguna afición o inclinación es más potente que la de un bebé hacia su madre (y con un poco de tiempo y paciencia, también hacia el padre o hacia otras figuras vinculares relevantes).
2- El apego es como una especie de molde que nos da una estructura sobre cómo relacionarnos con nosotros mismos y con los demás. Ese molde puede tener distintas formas; diferentes moldes = diferentes estilos de apego.
Partiendo de estas dos ideas generales, te invito a que tú también respondas a la pregunta que planteo en las primeras sesiones a todas las personas que vienen a terapia: “¿qué es para ti el apego?”.
Tómate unos segundos antes de seguir y, si puedes, anota la respuesta que has pensado…
… sigamos; vamos con las respuestas más interesantes (algunas se repiten) que suele aportar la gente en terapia cuando les hago dicha pregunta:
“El apego me suena a algo malo, como a depender de alguien o de algo y no poder separarte de ello”
Esta afirmación es una de las que más se repite. Y normalmente refleja malas experiencias en vínculos importantes, ya sean familiares, de pareja, de amistad…
El apego no implica necesariamente dependencia. Si hemos podido desarrollar un apego seguro en la infancia, en las relaciones adultas más que dependientes nos sentiremos conectados con otras personas, en diferentes grados según el tipo de relación.
Pero es cierto que en origen sí somos dependientes. De hecho, las crías humanas son las que más tiempo dependen de sus figuras cuidadoras en todo el reino animal. Ahí es donde surge el apego como herramienta vital porque es la que nos permite crear un lazos afectivos que nos aseguran la supervivencia; ahora bien, si dichos lazos no son lo suficientemente fuertes y sanos, aprenderemos a vincularnos de forma desadaptativa y causándonos malestar emocional..
“Creo que tiene que ver con esto que está tan de moda ahora, la crianza con apego”
Esta expresión proviene de la traducción literal del inglés “attachment parenting”, que plantea un tipo de crianza basada en la empatía, la disponibilidad para responder a las demandas del bebé y en promover el contacto físico y la mirada incondicional como forma de establecer el vínculo.
Este planteamiento pone el foco en cómo desarrollar un apego seguro en dicha crianza, siguiendo los principios que establecieron John Bowlby y Mary Ainsworth.
Porque la realidad es que no existe la crianza sin apego. Sí o sí, la criatura que viene al mundo entabla un vínculo con quien le cuida (da igual que le cuiden bien, mal o regular) porque de ello depende la supervivencia. Y si decidimos tener hijos o hijas, ya que tenemos que vincularnos y darles cuidados, mejor que sea promoviendo un apego seguro que uno inseguro.
“El apego es algo que me gustaría no tener”
Pues sintiéndolo mucho, esto no es posible. El apego es una necesidad, no una elección. Tampoco es un capricho o un privilegio. No podemos vivir sin establecer vínculos afectivos, éstos de hecho van por delante de las necesidades fisiológicas, como han ido poniendo de manifiesto las investigaciones en este campo.
Lo que hay detrás de esta negación del apego es en realidad un rechazo hacia patrones vinculares que nos generan malestar. Es decir, lo que a nadie nos gusta tener son patrones de apego inseguro (evitativo, ambivalente) o de apego desorganizado porque todos ellos nos llevan a percibir las relaciones como amenazadoras, sin interés, inestables, en lugar de como una forma agradable de conexión.
“El apego es algo de cuando eres niño/a”
El apego es para toda la vida.
Se desarrolla incluso ya antes del nacimiento. Como señala Boris Cyrulnik, la forma en que somos pensados por las personas que nos van a traer al mundo empieza a marcar los vínculos que van a establecer con nosotros.
Es crucial en la infancia porque nos pone delante el mapa afectivo.
Y a partir de ahí, nos sirve de brújula para establecer los vínculos que irán marcando nuestra vida. Si está bien orientada (apego seguro), nuestra autoimagen y nuestra autoestima estarán ajustadas y eso nos permitirá establecer relaciones seguras con quienes nos rodean. Una brújula desorientada nos guiará hacia relaciones difíciles que serán fuente de inseguridad y malestar emocional.
“Es lo que pasa en las relaciones, las ganas de querer estar con alguien”
Y cerramos el círculo volviendo a la definición académica, a esa “afición o inclinación hacia alguien o algo”. El apego, de nuevo, es el motor de nuestras vidas; en definitiva, lo que nos impulsa a vincularnos con los demás para sentirnos seguros y formar parte de algo que nos trasciende.
Hasta aquí (por ahora) algunas de las reflexiones que hacemos en las sesiones de terapia psicológica sobre el apego. Si has llegado hasta aquí y te apetece explorar más sobre las implicaciones que tiene este concepto para tu vida y tu bienestar actual, no dudes en ponerte en contacto con Grama Psicología. Estaré agradecido de seguir compartiendo contigo.