¿Existe el estrés bueno y el estrés malo?

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Seguramente la primera palabra que te ha venido a la mente al leer el título sea “colesterol”. Sí, hay uno “bueno” (se encarga de eliminar el colesterol sobrante) y otro “malo” (se acumula en las paredes de los vasos sanguíneos). Si gana éste último, se incrementa el riesgo de tener un problema de corazón.

El objetivo de esta entrada no es hacer un paralelismo entre estrés y colesterol, aunque nos puede ayudar a responder la duda planteada en el título. Estamos hablando de algo que muchas personas preguntan en las sesiones de terapia. 

Empecemos explicando brevemente qué es el estrés. Se trata de una respuesta fisiológica natural. Es decir, nos viene de serie. En dicha respuesta son protagonistas dos hormonas: el cortisol (nos ayuda a asegurar la supervivencia) y la adrenalina (estimula el corazón y nos ayuda a focalizar la atención). Y ambas hormonas también nos vienen de serie.

El estrés no es un problema en sí o algo patológico

Habrás notado que hasta aquí, todo normal. Es decir, el estrés no es un problema en sí o algo patológico. Más bien al contrario, es un mecanismo que necesitamos para sobrevivir y que se pone en marcha a diario.

Entonces, si el estrés se activa cada día, e incluso varias veces, ¿por qué no lo noto constantemente? Básicamente, porque sus efectos más llamativos se perciben cuando la situación a la que nos enfrentamos tiene un nivel medio-alto de dificultad… O al menos, así lo percibimos.

¿Cuáles son algunos de estos efectos? Malestar emocional, dificultades para relajarnos y/o dormir, irritabilidad, fatiga, alerta excesiva, nos cuesta concentrarnos en las tareas… 

Un ejemplo: cuando hacemos un sudoku nivel fácil, podemos resolverlo con estrategias matemáticas sencillas; una vez conocemos las reglas, las aplicamos y lo resolvemos. Entonces nos animamos al nivel medio; la cosa ya no es tan fácil, el cerebro necesita activarse y localizar recursos nuevos. Si están a su alcance, seguiremos adelante y terminaremos el sudoku. Pero si percibimos que no tenemos recursos para resolver el sudoku, esa activación (cortisol y adrenalina) empezará a colapsarnos en vez de dirigir nuestra atención hacia la búsqueda de soluciones. Ahí es dónde empezamos a notar el estrés.

Y esto nos empieza a dar pistas sobre la respuesta a la pregunta inicial: no se trata tanto de si el estrés es bueno o malo, sino de si cumple o no su función.

Escapar de un sudoku puede resultar fácil: guardamos el libro de pasatiempos o la tablet en un cajón y aquí no ha pasado nada… Pero, ¿qué hacemos cuando nos pasa esto en el trabajo? Una tarea que debería ser capaz de hacer no me sale. Llegan los plazos, los jefes… y el estrés laboral. Eso afecta a mi capacidad de disfrute, a mi valía personal, a mi vida social, familiar, etc., y lo que empezó siendo un episodio de estrés que duró unos días se puede convertir en un cuadro de estrés crónico, como explico en el artículo Ansiedad y estrés, seguro que te sabes la teoría ¿Pasamos a la práctica?.

¿Qué podemos hacer ante esta situación?

En primer lugar, prevenir. Una buena estrategia pasa por trabajar el autocuidado: cuidar la alimentación, cumplir con las 7-8 horas de descanso diarias o hacer actividad física moderadamente intensa (por ejemplo, caminar a buen ritmo) 30 min. al día unos 5 días a la semana. 

Por otro lado: ¿cuánto tiempo dedicas diariamente a actividades que te motivan? Si estás en una dinámica estresante, es posible que muy poco. 

Estos hábitos refuerzan nuestro sistema inmunitario, que se ve muy afectado por el estrés, y nos ayudan a eliminar el exceso de cortisol y adrenalina que acumulamos sin darnos cuenta con el ajetreo cotidiano.

Además, conviene hacer una revisión de cuáles son mis fuentes de estrés. Puede que la tarea a la que me enfrento en el trabajo no esté a mi alcance y tenga que pedir ayuda o delegarla. Pero también puede que tenga otros asuntos que resolver fuera de mi trabajo que estén mermando mis recursos. El foco ahí estaría en resolver esa cuestión que está operando en segundo plano. Como cuando nuestro móvil nos avisa de que hay una aplicación que está consumiendo mucha batería, aunque no la estemos utilizando en ese momento.

Quizá a estas alturas ya tengas clara la respuesta a la pregunta inicial: no existe el estrés bueno o el malo, sino niveles de estrés tolerables o intolerables y recursos de afrontamiento más o menos apropiados. 

¿Y qué hago si aún con estrategias, no me siento capaz?

Seguramente el foco del problema está en que ese sentimiento de incapacidad se ha convertido en una creencia limitante: “no puedo”. La percepción que tienes de tus recursos está afectada y tu autoestima también lo está. 

En este caso es probable que necesites ayuda terapéutica para reforzar tus recursos y trabajar otros nuevos que se ajusten al nivel y al tipo de estrés que estás manejando en ese momento. En Grama PSICOLOGÍA encontrarás herramientas eficaces para mejorar tu autoestima y afrontar con éxito las situaciones estresantes cotidianas que nos plantea la vida. 

Referencias y recursos:

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