La depresión: lo que nos dicen las cifras y lo que vemos a diario

depresión lo que vemos a diario

Hoy 13 de enero se conmemora el Día Mundial de Lucha contra la Depresión. 

Según el Informe Mundial sobre Salud Mental: transformar la salud mental para todos, publicado por la Organización Mundial de la Salud en junio de 2022, el aumento de los trastornos de ansiedad y depresión fue de más del 25% durante el primer año de la pandemia.

En España, se calcula que antes de la pandemia la ansiedad crónica (5,8%) y la depresión (5,3%) se situaban entre las principales enfermedades crónicas, siendo las más frecuentes a nivel de salud mental.

Pues bien, sólo en 2020 en España la tasa de casos de depresión subió hasta el 19%, según el Informe Health at a Glance.

Las cifras confirman lo que vemos en terapia a diario

Demasiados datos, ¿verdad? Es cierto que las cifras pueden resultar frías y no darnos una visión ajustada de un fenómeno. Pero conviene pararnos y ver con la perspectiva de los números a qué nos enfrentamos cuando hablamos de depresión. Porque, además, estas cifras constatan lo que vemos a diario en terapia: una cantidad creciente de personas que ven cómo su estado de ánimo se está resintiendo de forma muy significativa.

Sólo un dato más (el último, de verdad): la OMS estima que ansiedad y depresión serán las principales causas de discapacidad médica en el año 2030. 

Y es que depresión y ansiedad suelen ir de la mano. Pero ese no es el objeto principal de esta entrada (si quieres saber más sobre ello, puedes echar un ojo a esta otra):

¿En qué consiste un bajo estado de ánimo?

Volviendo al concepto de depresión, estamos hablando de un grupo de trastornos que se caracterizan por un bajo estado de ánimo que persiste en el tiempo y que afecta a nuestro funcionamiento cotidiano.

¿En qué consiste un bajo estado de ánimo? Es importante distinguir estar triste de estar deprimido. 

La tristeza es una emoción básica. Por tanto, aunque nos pueda resultar molesta, nos toca convivir con ella a menudo: cuando perdemos a una persona querida, cuando no conseguimos un objetivo importante, cuando nos sentimos doloridos a nivel físico, cuando recibimos una noticia impactante…  

La depresión va mucho más allá: se da cuando alguien se queda enganchado al dolor emocional y no encuentra las herramientas para resolverlo. En función de la intensidad y la duración podemos hablar de depresión mayor, de un trastorno depresivo persistente o distimia, de un duelo prolongado…

En cualquier caso, las señales más características tienen que ver con una pérdida general de energía e interés por actividades que antes nos resultaban atractivas o que forman parte de nuestra vida cotidiana: estar en contacto con otras personas (pareja, amistades, familia…), trabajar, disfrutar del ocio… Cuando la depresión acecha, no sólo es difícil ponerse en marcha, sino que al hacerlo el disfrute es mínimo.

Por tanto, ni estar triste por sí solo significa tener depresión ni tener depresión significa estar triste.

Cuando la regulación natural del cerebro falla

El cerebro tiene mecanismos biológicos que por sí solos ayudan a regular las emociones, entre ellas la tristeza. Y cuando ésta nos acompaña con intensidad o persistencia tenemos herramientas a nuestro alcance para regularla: compartir nuestros sentimientos con personas de confianza, revisar hábitos básicos, realizar más actividades placenteras, descansar… o simplemente prestarle un poco de atención y dejarla estar.

Cuando la regulación natural del cerebro o la autorregulación consciente no nos sirven, es el momento de plantearnos pedir ayuda profesional. 

Las señales de alerta empiezan cuando se nos instala un pensamiento recurrente: “empiezo a no poder más”. Y las alarmas se disparan cuando tenemos la sensación de que “ya no puedo más”. Estas son dos de las verbalizaciones más frecuentes que hacen las personas cuando empiezan una terapia.

La experiencia en el trabajo terapéutico nos dice que cuanto más cerca estemos de “no poder más”, más difícil resulta mejorar nuestro estado de ánimo, aunque sea con ayuda. 

Como si del depósito de un coche se tratara, si apuramos la gasolina hasta el final de la reserva, el motor empieza a absorber las impurezas o incluso llega a agotar el combustible. Y entonces el daño para el motor puede ser mayor.

En cambio, en la fase en la que “empezamos” a no poder más, nuestro estado anímico es más manejable y nuestros recursos, aunque dañados, aún están accesibles.

Por eso, no dudes en ponerte en contacto con Grama Psicología si sientes que se te ha encendido el piloto de la reserva emocional y estás empezando a apurar la energía y el interés que te mueve a disfrutar de la vida.  

Referencias y recursos:

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