Si estás leyendo esta entrada puede que sepas algo sobre cómo funciona nuestro sistema nervioso, quizá no (no tienes por qué saberlo) y te apetece conocerlo mejor o simplemente has llegado aquí por casualidad. En cualquier caso estoy seguro de que te sonarán estas expresiones: estar de los nervios, entrar en pánico, ir en piloto automático o sentir que me bloqueo.
Estas frases representan muy bien las diferentes franjas de activación por las que pasa nuestro sistema nervioso y a las que tenemos que prestar mucha atención en nuestro día a día. Por eso es importante conocerlas; es el primer paso para poder manejarlas. Como indica Daniel J. Siegel (uno de los principales estudiosos de la ventana de tolerancia), se trata de conectar para poder redirigir.
Por cierto, no todo son malas noticias. ¿Te suena la expresión “estar en flow”? Ese estado también tiene una franja de activación en nuestro sistema nervioso, que de hecho es la franja en la que nos gustaría estar la mayor parte del tiempo (ojo spoiler: no es posible estar en flow el 100% del tiempo. Pero vamos por partes).
La ventana de tolerancia, es la que Siegel define como el margen óptimo de activación dentro del cual podemos calmarnos y responder a lo que ocurre en el entorno
Cuando nos salimos de dicho margen ya no podemos responder sino reaccionar.
¿Qué pasa entonces cuando nos salimos de nuestra ventana de tolerancia? Como indicaba hace unas líneas, nuestro sistema nervioso tiene un rango de acción que le permite hiperactivarse, hipoactivarse o estar en zona óptima. Cada franja tiene una función:
– Hiperactivación: prepararnos para afrontar el estrés ante una amenaza.
– Hipoactivación: llevarnos al modo “ahorro de energía” para protegernos, si luchar o huir no es viable.
– Zona óptima: permitirnos estar en calma y poder conectar con lo que nos rodea.
¿De qué depende que nuestro sistema nervioso se active de una u otra forma? Básicamente de dos factores: el tipo de amenaza y la percepción de los recursos de que disponemos.
Es posible que a estas alturas de lectura estés pensando ya en leones, gacelas y documentales de National Geographic. Normal, venimos de ahí y en esos entornos salvajes fue donde la especie humana, y por supuesto, nuestro sistema nervioso, comenzó a evolucionar hasta lo que somos hoy.
Pero en nuestro mundo actual (al menos en la cultura occidental) las amenazas a nuestro bienestar emocional ya no son fieras a las que hay que cazar para comer o que nos persiguen para alimentarse. Son más sofisticadas y sutiles, pero siguen poniendo en marcha nuestro sistema nervioso de una forma similar al de nuestros antepasados.
Por ahora, sigamos con lo que le pasa en concreto a nuestro sistema nervioso autónomo, que tiene dos ramas: sistema nervioso simpático (nos prepara para afrontar situaciones estresantes) y sistema nervioso parasimpático (especialista en el ahorro y la restauración de energía).
Nuestro cuerpo se convierte en una especie de vehículo dirigido por un acelerador (sistema simpático) y un freno (sistema parasimpático)
Pues bien, el funcionamiento de este mecanismo es el que va generando las distintas franjas de activación que comentaba al principio. Esta imagen te ayudará a situarte:
Un ejemplo sencillo:
Estás de viaje y has reservado una visita guiada a un precioso monumento que has tenido que pagar previamente. Es el plan estrella del viaje. El día de la visita te presentas en el punto de encuentro y allí no hay nadie. Te inquietas, pero piensas que puede ser un error. Buscas soluciones.
Aún estás en la zona óptima de activación de tu sistema nervioso
Pero los intentos no funcionan: llamas por teléfono al sitio donde reservaste, preguntas a alguna persona de la zona… empiezas a preocuparte y puede que asome el enfado.
Has entrado en la zona de hiperactivación
El enfado va en aumento y empiezas a sentir que más que buscar soluciones lo que te gustaría es pegar cuatro voces y poner las cosas en su sitio, aunque sólo sea por desahogarse. Parece que nada de lo que has intentado va a solucionar el problema.
Tu sistema nervioso va escalando a la zona de pánico
Hasta aquí, el acelerador. Y entonces, se activa el freno.
Se te ocurre bucear en Internet y descubres que la compra que hiciste era una estafa. No eres la única persona que ha caído, pero eso te da igual, te sientes torpe porque ya no puedes hacer nada. Aparece una sensación como de sedación porque tu sistema nervioso autónomo ha activado la rama parasimpática. Tus pulsaciones bajan (demasiado) como si te desinflaras.
Entras en zona de hipoactivación
La cosa no queda ahí. Tu viaje sigue, pero no sabes qué hacer. No se te ocurre una alternativa, por momentos se te olvida el resto de actividades que tenías planeadas… donde puedes experimentar con más o menos intensidad síntomas disociativos.
Te bloqueas porque estás entrando en la zona de congelación
Como te decía antes, las causas que activan este ciclo pueden ser diversas. Aquí he comentado un ejemplo de la vida cotidiana que no tiene por qué tener grandes consecuencias, más allá de la pérdida de unos euros. Pero es frecuente que esta hiper e hipoactivación nerviosa se deba a cuestiones vinculares, donde lo que está en juego es la supervivencia emocional, la sensación de abandono, indefensión…. De hecho, el goteo de experiencias de este tipo en nuestros primeros años de vida es lo que acaba provocando lo que conocemos como trauma de apego o trauma vincular temprano.
Para entenderlo mejor, en la próxima entrada te daré ejemplos reales (y anónimos, por supuesto) de cuáles son estas amenazas, cómo estos síntomas se presentan en la terapia psicológica y qué relación tienen con nuestro sistema de apego y las vivencias de trauma.
Espero que lo que has visto en este texto te haya gustado y te anime a leer el siguiente.
Mientras tanto, no dudes en contactar con Grama Psicología si sientes que entras en este ciclo con mucha intensidad o frecuencia. Aquí encontrarás tu terapia psicológica especializada en trauma, apego y EMDR.